¿Leche de vaca, vegetal u orgánica? El nuevo dilema alimentario
Quienes critican la versión tradicional se enfrentan a sus férreos defensores, el mercado ofrece opciones para los que buscan dejar los lácteos
Doctor, ¿tengo que darle leche a mi hijo?”. Hace apenas unas décadas, la pregunta hubiera sido una rareza. Pero hoy es cada vez más frecuente escucharla en el consultorio pediátrico. Y es todo un síntoma de época. Ese alimento que por años fue sinónimo de salud y casi nadie se atrevía a cuestionar, ha abierto una nueva grieta alimentaria, con argumentos a favor y en contra del sustento fetiche de la infancia. Quienes lo cuestionan, alegan motivos que van desde la explotación animal hasta la hiperindustrialización y la intolerancia que producen en el organismo algunas de sus proteínas como consecuencia de los procesos a los que se somete a la leche. En cambio, los que la ponderan siguen destacando sus propiedades nutricionales y su bajo costo, que la vuelve accesible a gran parte de la población. Según datos de la industria, en la Argentina se consumen unos 185 litros de productos lácteos (leche y derivados) por año, por persona.
En medio de la discusión, empezaron a surgir algunas alternativas para sus detractores. Las bebidas vegetales (mal llamadas leches de almendra, de avena, maní o de arroz, por nombrar solo algunas de sus variedades) y los lácteos de origen orgánico, respetuosos hacia los animales y con muy poca intervención, aparecen en la góndola y tiendas naturistas como opciones viables para quienes buscan, por motivos éticos o de salud, abandonar los lácteos tradicionales. Decisión que, en el caso de las bebidas vegetales, tampoco está exenta de polémica porque de ninguna manera reemplazan a la leche tradicional y su precio suele costar 3 veces más. Sin mencionar el hecho de que la mayoría de la oferta es industrializada, y para muchos está lejos de ser tan natural como se busca instalar...
Como miembro del Comité de Nutrición de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), la médica pediatra Adriana Fernández ve con cierta preocupación estas tendencias a “demonizar” algunos alimentos. “No se puede llegar al punto de decir que la leche es mala, al contrario: tiene proteínas de buen valor biológico y nutrientes que son difíciles de encontrar en otros alimentos, como el calcio y la vitamina D. Sin dudas es un alimento muy necesario en todas las edades, sobre todo en niños y adolescentes que están en pleno crecimiento”, asegura.
A pesar de que muchos argumentan que es posible compensar los nutrientes que aportan los lácteos con otros alimentos, Fernández asegura que eso no es del todo posible: “Es muy difícil incorporar todos esos nutrientes con otros alimentos. La leche es la principal fuente de calcio y con los reemplazos como legumbres no se llega a la recomendación diaria que sí la aportan dos porciones de lácteos –plantea–. Vemos con gran preocupación estas tendencias sobre todo en etapas de crecimiento. En caso de decidir no incorporar lácteos por el motivo que sea, se recomienda fuertemente un seguimiento con un especialista en nutrición”, sostiene la pediatra integrante de la SAP, que aclara que sí hay consenso en que la leche de vaca no debe darse a menores de un año, en los que la prioridad es la leche materna (a propósito, acaba de celebrase en todo el mundo la semana mundial de la lactancia materna) y la de fórmula, en caso de no poder amamantar.
Por su parte, Sabrina Critzmann, pediatra y referente de la crianza respetuosa, autora del libro Hoy no es siempre, cuestiona el lugar exagerado que se les da a los lácteos dentro de la dieta infantil en particular y de adultos en general. “Durante mucho tiempo pusimos a la leche o los lácteos como superalimento, el que no podía faltar. Y la realidad es que es un alimento más. El tema es que hay una impronta cultural muy fuerte porque se cree que es una especie de continuidad de la leche materna. Y no es así porque la leche de vaca se metaboliza distinto en nuestro organismo”.